La entrada de hoy va de accidentes domésticos, los más estúpidos...los más improbables...los que entre tres millones de billones de trillones de probabilidades, tienen un 1% de posibilidad de hacerse macabramente realidad...y esa posibilidad me la meriendo yo. Estoy pensando que es una pena que esos momentos no puedan retratarse con una fotografía ya que suelen ser segundos malditos... porque serían dignas de un premio (no se cual... pero para eso está la patata...será por inventar), en honor al accidente más improbable y absurdo acontecido, con las consecuencias más desastrosas...
Con honor y cómoda resignación, llevo el apodo de "rompetechos" sobre mis espaldas..., acuñado por un testigo de muchos de estos pequeños desastres que parezco atraer como si estuviera imantada y sin apenas pestañear.
¿Cómo es posible que toque algo que esté compuesto por piezas y con tan solo mirarlo se rompa en mis manos? si...es posible..lo he visto y hasta yo me he quedado estupefacta mirando los tornillos que se han quedado en la palma de mi mano. Misterios inexplicables...o más bien...mala suerte. En mi cuerpo debo tener un imán hacia las cosas que silenciosamente están agonizando, pero dignamente sobreviven sin aparentemente notarse en algo, su deterioro. Ahí estoy yo, justo entonces, para tocarlas.
Pero además de destroza-cosas a través de poderes ocultos, tengo la virtud de atraerlas hacía mi cuerpo de manera elegante, pero fatal. Es el caso que va a ocupar el grueso de esta entrada.
No se si sería el objeto de un tercer, segundo o primer puesto en un ranking de infortunios, pero creo que quedaría clasificado...
Hará cosa de un año y un mes yo volvía de una temporada trabajando en el norte de Gales, en un pueblecito costero llamado Llandudno (si, me fui a Uk, a pesar de la animadversión que siento por "lo inglés"... en este caso..."lo galés"). Mi experiencia fue totalmente positiva en cuestión de llevar a cabo el objetivo propuesto, mejorar el idioma del lugar; no lo fue tanto en la adaptación al modo de vida...(más bien a mis condiciones de trabajo y habitabilidad), pero aún así me volví a España con planes de regresar a los dos meses con un amigo mio que iba a trabajar a Brighton (costa sur de Inglaterra), puesto que consideré que si ya me había vuelto a España pensando y hablando en inglés, sería dar una puntada rematadora al zurcido.
No quise ver, que animicamente estaba lejos de poder hacer cualquier cosa...como comprobé después, pero aún así me saqué un billete para Londres...que terminara por dejarme caer en Brighton.
Si ya hablé hace unas entradas
sobre las casualidades de la vida o los caprichos del destino, está claro que mi destino no era volver al Reino Unido...
Dos semanas antes de coger mi vuelo, habiendo ya quedado en Brighton con mi amigo, que se había marchado un poco antes que yo, sucedió.
¿Qué que sucedió? lo que menos me esperaba que pudiera sucederme....
Uno de esos días, que como hija de familia numerosa, estoy acostumbrada a hacer, después de comer me puse a limpiar la cocina y los cacharros (en esa misma cocina que fue
víctima de mi incendio). Mis padres, en su cocina, tienen un escurridor para los cacharros que es un armario...es decir, tu abres la puerta del armario y hay cuatro niveles de escurre platos. Este armario está colocado justo encima de la fregadera, a una altura por la cual el primer nivel queda a la altura de mi cabeza y el cuarto lo alcanzo con los brazos estirados y poniendo los pies un poco de puntillas. Si, es un armario alto para servir de escurreplatos-torre....no es que yo sea bajita..mido 1,70.
Aquel día fuimos para comer Dios y los 12 apóstoles = había mucho cacharrerío que no cabía en el lavavajillas...arrrgggg a fregar a mano...
Reconozco que fue culpa mía, pero no pensé que pudiera ocurrir nada. Fui colocando los cacharros bien amontonadicos para que se secaran bien, desde el primer nivel al más alto....; cuando me quedaba solo la tapa de la maldita olla a presión que fregar y dejar a escurrir...ésta solo cabía ya en el último nivel.
La tapa de esa olla a presión tamaño familiar ultraplus, de cuando vivíamos todos en el hogar paternal, pesa como un muerto ya frío.
La dejé a escurrir en el cuarto nivel como pude, se que la coloqué con algún riesgo pero no se caía...cerré la puerta del armario escurridor.
¡¡¡¡Oh maldición!!! viene la Lola con una taza de café que se le ha olvidado traerme antes de la mesa... argggg...vale, no pasa nada, la friego a mano y la dejo en el escurridor. Abrí la puerta del armario escurridor antes de fregar la taza, para hacer un estudio de campo previo y focalizar el lugar donde iba a reposar en aquel Circo del Sol.
En cuanto abrí la puerta, vi por segundos ralentizados y pausados como la tapa de la olla a presión asesina se dirigía a peso plomo a mi cabeza....desde el cuarto nivel...solo tuve dos segundos para poner una mano que frenara la efectiva posibilidad de abrirme el cráneo y dejar de hacer el paripé en esta vida para pasar a hacer el paripó en otra.
Dos segundos duró el rozamiento entre la tapa y mi cuerpo, lo justo para romperme un hueso, el escafoides de la muñeca izquierda (el escafoides de la muñeca derecha ya me lo había roto en
otro de mis infortunios unos años antes...tenía que alternar). La mano se me hinchó tanto que parecía la de Popeye recién suministrado de espinacas, dando puñetazos al pesado de Brutus.
Me dolía todo el rato..no cesaba el dolor...y no cesó durante muuuuchos días.
Resultado = urgencias = resultado = escayola = resultado = revisión en una semana = resultado = se vuelve a escayolar = resultado = adiós Brighton (necesito las manos para trabajar).
Dichosa recuperación y tratamiento....estuve dos meses o más para que la muñeca no me doliera, en manos de varios traumatólogos a los que les sudaba la p----a mi muñeca. Determiné que si se me había pasado la oportunidad era porque se tenía que pasar, pero esa determinación...fue más bien motivada por el estado latente y malo en el que me encontraba. Evidentemente, se tenía que pasar la oportunidad, pero porque tenía que empezar a centrarme en lo más urgente, y en ese momento no era volverme al Reino Unido.
En cualquier caso, cuando la gente me veía escayolada y me preguntaban constantemente que qué me había pasado...me moría de la vergüenza de contar la verdad, aunque lo hacía de todas las maneras. La primera reacción general solía ser la de....¿me estás tomando el pelo no? y la segunda era la de... descojonarse del suceso y de la situación. A mi amigo le mandé un email contándole que no me esperara por allá arriba y lo que me había pasado...no se lo podía creer.
Y es que....¿cuantas probabilidades hay de romperse un hueso con la tapadera de una olla a presión, en una cocina? Deben de ser pocas...porque el médico sirio que me atendió en urgencias no lo podía entender, incluso repitiéndole mímicamente la escena...; y no quiso estar tampoco una eternidad para entenderlo, por el estado urgente en el que se encontraba mi extremidad.
Tal vez pensó que estaba loca o que le mentía...no lo se.
Rompetechos....rompetechos....