lunes, 2 de enero de 2012


Hay veces que tengo una sensación extraña que zozobra mi interior y que me hace ir por la calle de una manera como... irreal.
Como si llevara un peso de una tonelada en cada pie, éstos se mueven al caminar de forma desganada y lenta; la orden del cerebro para que éstos se muevan mecánicamente, es mas rápida que mi voluntad, y se me nota. No sólo me pesan los pies, me pesa el cuerpo.... ando despacio como si ya nada me importara, como si ya nada me pudiera pasar.
Por si algo me pasara o me pudiera pasar, de vez en cuando, miro hacía arriba para encontrar otros ojos, sólo ojos, de personas anónimas, y adivinar si a ellos también les pesan los pies.... o si sencillamente, les brillan los ojos más de lo normal.
Me doy cuenta que algunos ojos me encuentran antes de que yo pueda suspirar, pero todo se dilata, nada pasa. Bueno si, pasan las personas, unas detrás de otras... pocas te miran a la cara, otras miran hacia adelante sin mirar, muchas hacia el suelo.


En mi lento caminar miro la calle, ahora me detengo en muchos detalles que antes me pasaban desapercibidos.... los de aquella esquina por la que he pasado millones de veces y no me había parado a mirar su fachada, los colores de los letreros de "se vende" en cada portal por donde paso, los escaparates y sobretodo, los vendedores.... sus expresiones, sus gestos, una mujer que llora e intenta taparse, los perros que adelanto, el mecanismo temporal entre semáforo y semáforo, el tipo borracho que llora en la calle gritando que no puede más y estampa un ladrillo contra una pared, el coche que pita y el conductor que se agita, los mismos yonkis en el mismo banco de siempre, la perra vieja de mi barrio que siempre va suelta (ahora me detengo a observar sus sabios y rutinarios movimientos), los carteles nuevos empapelados en las paredes donde siempre se empapelan conciertos y asambleas, la cara del cartero.

Todo lo contemplo como si mi visión estuviera supeditada a una cámara lenta...., sin prisa, como si el tiempo sólo pasara para ellos y el mio, se hubiera detenido en otros sueños.

Hace poco oía una frase en el cine que me gustó mucho: "qué fácil es luchar cuando se es rica". La persona que pronunciaba esta frase aludía a una riqueza concreta y muy importante: el amor, cuando no se tiene nada más.


-------------------------Maldita zozobra---------------------------

sábado, 24 de diciembre de 2011

Hace un tiempo me puse como propósito que antes de acabar el año iba a hablar en mi blog sobre una compañera que tuve en un curso que hice hace unos meses.
Si, lo necesito...
Necesito explayarme porque aun hoy por hoy sigo teniendo mis dudas de si esa chica era realmente así o su actitud era una impostura ante los demás; o si tal vez detrás de ese pseudo-narcisismo, hubiera algún problema de su personalidad que enmascaraba a través de esa actitud.
No se si se merece una crítica, mi objetivo no va a ser tanto criticarla a ella como persona (al fin y al cabo en dos semanas solo puedes tener impresiones sobre alguien, que además pueden ser equivocadas o incluso arriesgadas), sino sencillamente criticar su actitud durante el tiempo que duró el curso. Lo que si fue evidente es el hecho de la mala ostia (sin perdón) que nos hizo acumular al resto durante las dos semanas que duro aquella maravilla de curso, que en algún momento, gracias a su presencia, casi termina en "asesinato" (que más de una seguro recreó en su mente mientras la oía hablar, alguna de las muchas veces en la que ella pronunciaba sus múltiples yoes...).

Ella fue el perfecto ejemplo de la pedante irritante.

El primer día del curso, formado por quince personas, hicimos una presentación, una por una. Casualmente me tocó a mi la primera....teníamos que decir nuestro nombre, nuestros estudios, porqué habíamos querido estar en ese curso y qué creíamos que íbamos a poder aportar de nosotras mismas. Me salió rápido, sin dificultad.
Pero la susodicha llegó tarde el primer día... y justo cuando entró al aula empezaba la presentación de la segunda persona. Ella tenía mis mismos estudios, las únicas de la clase que coincidíamos en carrera universitaria, pero no se enteró de ello porque no estaba en el aula cuando yo me presenté.
El nivel cultural del aula era elevado, tanto por cultura general, como por experiencias personales, como por títulos universitarios. El resto de mis compañeras habían estudiado Historia del Arte (la mayor parte), Arquitectura, Geología (¿? si...no lo entiendo por el curso que era, ¡pero ella fue de lo mejor!) y Sociología. Las intervenciones de todas eran de un nivel alto y eso además de motivar, te aportaba mucho. Hubo cuatro personas de las quince que enseguida nos arrancábamos a hablar (supongo que por eso de que nadie nos conocemos): dos licenciadas en Historia ("ella" entre ellas), una Arquitecta, y una Historiadora del Arte.
Y las profesoras... que tenía una fluidez verbal asombrosa. Fueron geniales ambas.

"Ella" cada vez que la profesora hablaba y había tenido una experiencia similar a lo que estaba explicando o había estado en el museo o exposición de la diapositiva, interrumpía a la profesora sólo para decir: yo ya he estado ahí, en tal año... y esta genial porque tal......; muchas veces detalles personales que no venían a cuento, y en su explicación hablaba dando por seguro y cierto que el resto de las presentes no había estado (craso error... pero nadie decía nada, al principio parece que da como cosa intervenir en mitad de una clase para contradecir a la que está hablando... hasta que algo hace despertar a las bestias... ese algo fue "ella" misma).
Al principio nos pareció bien... hasta que las interrupciones empezaron a crisparnos a todas,  puesto que cuando alguna hablaba al medio minuto era interrumpida por "ella"; era casi mecánico.
Sólo ella sabía de Lorca, sólo ella había estado en el Museo Sorolla, sólo ella había ido a ver la exposición de Antonio López, sólo ella había estado en el pabellón tal de la Expo, ella era la que más había viajado...bueno, realmente, ella creía que era la única que había viajado, y por supuesto y siempre.... en todo lo que decía sentaba cátedra. Parecía que la única persona que podía aportar cualquier cosa en aquella aula era "ella" porque las demás acabábamos de nacer.
El "yo" era empleado exactamente igual y con el mismo fin que lo empleó Julio César cuando escribió La Guerra de las Galias.

Era asombroso ver como rebatía lo irrebatible sólo porque ella tenía que tener razón. Cuando la profesora formulaba una pregunta en plan....¿cómo solventaríais vosotras esta dificultad? ¿dónde veis el error en el plano? ella tenía que tener la solución y la decía sin tener en cuenta en su discurso, que en todas las ocasiones, la profesora tenía la solución, que luego obviamente nos desvelaba (a ella eso le daba absolutamente igual); si no coincidía con su teoría, la volvía a explicar por si era que la profesora no le hubiera entendido bien....(si, de ostia). La profesora se la desmontaba perfectamente, pero ella seguía en sus trece. Sus teorías, eran teorías, como las de todas, pero las suyas eran "la verdad".


Se le dio manga ancha la primera semana....cuando el límite de la paciencia de la clase había rebasado cualquier expectativa mía inicial (yo ya no podía más), bordeando en algún momento el abismo a la mala educación (por parte de alguna de las presentes que ya no soportaba más ser interrumpida constantemente), sin llegar a catarla. La segunda semana ya no hubo piedad.
A mi sólo me bastó oírle decir: "Yo, que soy la única que ha estudiado Historia de aquí se que....." =  salió mi John Wayne de dentro: "yo también estudié lo mismo que tú"..... mirada entrecruzada, mantenida y tensa, nuez que sube y baja.
Ah, no lo sabía.
Ya lo sabes.
No hubo más referencias históricas, que por otro lado, en casi todos los casos, eran innecesarias pero que ella había usado como baza durante la primera semana para crearse un aura en torno suyo de cultureta de nivel.
Empezaron a salir a flote las experiencias de todas, los viajes, los sitios que habíamos visitado, pero sobretodo.....las ideas. El curso trataba de las ideas expositivas, del diseño, de como comunicar, de crear. De desarrollar una idea (propia o de un artista) y transmitir un mensaje en un espacio expositivo. Maneras, modos, imaginación. Ella no sobresalió especialmente en eso, pero en ningún momento dejo su faceta pedante aparcada. Cualquier excusa era ulitizada para hacernos una disertación sobre un tema de la que ella sabía mucho, pero que no venía a cuento. Cansancio.
En el primer corrillo que se pudo formar sin que ella estuviera, todas dejábamos caer (cada una a su manera) lo mismo....nos estaba "jodiendo" la formación. En una de las salidas a una de las salas expositivas de la Ciudad del Viento, le corté (es verdad que igual de un modo muy directo) una de sus conversaciones; nadie salió en su defensa, o lo hacía o la agarraba del cuello. Ya no por lo que decía, era por dejar de oír esa voz durante un minuto, sólo un minuto.....
Noté que le sentó mal, me disculpe a través de un acercamiento a ella (que no pude mantener mucho rato).

Una persona puede interrumpir cuando discute de algo si es efusiva pero comunica algo, si rebate o incluso si es su forma de ser y es consciente.... se puede llegar a entender... todos tenemos defectos y yo a veces interrumpo sin darme cuenta; pero que ralentice una formación en un curso que dura dos míseras semanas y que daría para dos años, y siempre con monólogos interminables o frases que empiezan por un "Pues yo......" o su nexo estrella.... "De hecho...." que queréis que os diga...te acaba infundiendo crispación.
Lo curioso es que a pesar de la irritabilidad que despertó en la mayoría de nosotras, yo (y creo que también otras compañeras) en algún momento llegue a sentir cierta pena... pena de lástima.
Sin embargo, siempre me impresionó que a simple vista, nada parecía afectarle (y no se si era por su ego o por un gran disimulo). Siempre tenía la misma actitud de experta en la vida, en todo.

Pero el peor de los detalles vino el último día, donde se me cayó el alma a los pies, momento desde el cual cualquier atisbo de pena se esfumó para siempre.
El curso se impartió por dos profesoras diferentes, cada una una semana; ambas eran amigas y socias en una empresa que tienen en común, que imparte entre otras cosas, formación.
A "ella" la profesora de la segunda semana le pareció mejor profesora. El último día la segunda profesora nos dio un minuto a cada una para delante de todas, dar una impresión sobre el curso, el trabajo en equipo, etc... resumiendo, despedirnos individualmente.
"Ella", con un par, dirigiéndose solo a la profesora (el resto en nuestros minutos nos habíamos dirigido a todas, puesto que la mayor parte de la formación fue práctica y había sido en grupos, con lo cual habíamos trabajado todas con todas -y lo pasamos francamente bien haciéndolo-) le dijo que ella era mejor profesora que la que habíamos tenido la semana anterior y que no le importaba decirlo por muy inadecuado que fuera, y que esperaba que no se lo tomara a mal, siendo que eran socias y amigas. No se conformó con eso, sino que dijo (delante de todas) que había esperado más del nivel del aula..., y dijo que no iba a hacer mención alguna del trabajo en equipo que habíamos hecho el resto con ella (trabajo titánico de aguante, mejor dicho) y ella con el resto, porque eso no eran más que sentimentalismos que no venían a cuento (para qué perder el tiempo).
La profesora con cara de dónde está la cámara oculta le dijo que no le parecía políticamente correcto, le puso cara de.... (no sabría definirlo) y pasó a otra cosa.

Para darle de comer aparte....
Y no... no era una gafa-pasta.

jueves, 22 de diciembre de 2011


Hay algo dentro de mí cada Navidad, que como buen pesar, se apodera de mí irremediablemente y me hace sentir añoranza. Es una tradición de las tierras que me vieron nacer y que rememoran momentos imborrables de mi infancia y sobretodo, de mi padrí.
Él era el gran artífice de esos momentos, el que dirigía el cotarro, el que orquestaba las emociones. Al que te agarrabas con fuerza siempre para darle las gracias por existir y estar ahí para mí, para nosotros, cada Navidad.

Esos nosotros, peques todos, esperábamos con ansia que se abriera la puerta de casa y apareciera el magnánimo Padrí con el Tronc de Nadal.


Historia de la tradición del "tió de Nadal"
(corto-pego solo la historia, pero es que lo explica muy bien)

El "tió" no era en principio otra cosa que el tronco que ardía en el hogar: el fuego a tierra.
Un tronco que, al quemar, daba bienes tan preciosos como el calor y la luz, y que de forma simbólica ofrecía presentes a los de la casa: golosinas, barquillos, turrones. Aún podemos encontrar, en los pueblos, casas en las que el "tió" es un gran tronco que se pone a quemar en el fuego de tierra unos días antes de Navidad.

A partir de ésta forma más primitiva el "tió" evoluciona: El "tió" es un tronco mágico que un día cercano a la víspera de Navidad, llega a casa llamando a la puerta. Quien esté en casa le abre y hay que cuidarle, taparle con una manta para que no pase frío y darle de comer hasta el día 24 por la noche, momento en que se "caga el Tió".

Originariamente, ninguno era igual porque simplemente era un tronco grande al que un adulto le pintaba una cara como quería. (ASÍ ERA EL TRONC DE NADAL DE MI PADRI, RUDIMENTARIO PERO AUTÉNTICO y no llevaba barretina).
Posteriormente, como en las ciudades la gente lo tenía más difícil para adquirir un tronco, y porque de todo se puede hacer negocio, se empezaron a vender "Tions". Todos los que se venden son mas o menos iguales: suelen llevar una barretina, tienen una cara sonriente y muy a menudo también dos patas delanteras.

Tradicionalmente se pone el Tió en la cocina o en el comedor cerca del fuego, si se tiene. Para comer se le da pan seco, algarrobas, mondas de naranja o de mandarinas, u otras frutas. Actualmente, hay quien le da otras cosas más ricas como chocolate. También hay que darle agua para beber. Gracias a los cuidados, el "Tió" podrá "cagar" los regalos.
De una forma u otra el "tió" tiene un mismo objetivo: ofrecer regalos a los de la casa. Regalos que han variado con el tiempo: primero eran básicamente dulces, barquillos y turrones lo que necesitaba para celebrar la fiesta; hoy hay un tendencia a utilizar el "tió" para dar presentes de más envergadura. Aun así, hay que diferenciar la tradición del "tió" de otras costumbres y personajes navideños. El "tió" no ha sido nunca una máquina de traer regalos.
El "tió" se hace cagar, según la costumbre de cada casa, la noche de Navidad - Tradicionalmente después de la Misa del Gallo - o el mismo día de Navidad. Y por aquello de que los pequeños van a visitar otras casas de la familia, los hay que continúan trabajando el día de San Esteban.
A diferencia de otras costumbres y personajes, procedentes de culturas de otros países, de los cuales sólo conocemos la forma más superficial (árbol de Navidad, Papa Noel, etc.), el "tió" ha conservado todo un ritual tradicional. Hacer cagar al "tió" es una ceremonia doméstica o de pequeña comunidad (escuela, grupo de amigos) que consiste en el canto de una o más canciones características para acabar finalmente golpeando el tronco con fuerza.

                          Canción del "tió de Nadal"
                                 (ayyy -suspiro- que recuerdos....)

Caga tió -caga tió-
ametlles i torró -almendras y turrón-
no caguis arangades -no cagues arenques-
que són massa salades -que son demasiado salados-
caga torrons -caga turrones-
que són més bons -que son más buenos-
Caga tió -caga tió-
ametlles i torró -almendras y turrón-
si no vols cagar -si no quieres cagar-
et donaré un cop de bastó -te daré un golpe de bastón-
Caga tió! -caga tió!-


En mi casa las dos primeras frases de esta canción tradicional tenían una variante, empezabamos así: "Tronc de Nadal, caga turrons, no caguis etc....". Además, nunca le llamamos tió, siempre Tronc de Nadal, como en muchas otras casas (pero como se sabe las tradiciones en cada hogar se hacen como gustan ;).

Mi padrí nos tenía durante una hora haciendo cagar al tió, tapado con una manta (puesto que sino veíamos lo que cagaba, y tenía que ser sorpresa hasta el momento que había cagado, entonces lo tocabas con las manos y adivinaras qué era), y cuando terminábamos de cantar la canción (mientras le dábamos cada uno bastonazos con nuestros respectivos bastones), nos lanzábamos como almas que se lleva el diablo debajo del tronc y algunas veces....¡¡¡había arenques!!!! jajaja que asco...aun me acuerdo alguna vez sacar con las dos manos un arenque fresco que a mi me parecía del tamaño de una merluza.... que asco y que divertido era...., nunca sabías si iba a cagar dulces y caramelos o pescado.

Lo recuerdo con mucha emoción.

-------------------------------Feliz Navidad a todos-----------------------------------
 

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